Salvo en enero de 2016 —cuando se recogía una campaña marcada por las heladas de marzo que auguraba una bajísima cosecha—, no se recuerda un precio tan alto para el aceite de oliva a comienzos de año. Los tajos recogen, las fábricas molturan y los operadores tratan de poner producto en un mercado que lo compra a más de 3 euros, según el Poolred de la Fundación del Olivar y el Observatorio de Precios de la Federación Española de Fabricantes de Aceite de Oliva (Infaoliva). Hace unos meses, el producto superó los 4 euros, pero era verano y quedaba muy poco. En cambio, ahora casi toda la cosecha está sin vender. Además, sorprende la evolución del zumo de la aceituna, que cayó por debajo de los 3 euros durante unas jornadas —cuando llegaron los primeros aceites—, pero ahora ha vuelto a recuperar el tipo y sigue por encima de las antiguas 500 pesetas.
Se trata de uno de los mejores precios para el agricultor en un inicio de la campaña agrícola
“La incógnita está en la cosecha. Los agricultores llevan la aceituna a las fábricas y ven que cogen menos de lo que esperaban. El rendimiento ha crecido porque el fruto llegaba casi sin agua, pero el peso resulta inferior. Esto ha hecho que exista la duda de si se cumplirán las previsiones de los aforos, que ya auguraban una campaña de comercialización bastante justa. Los aforos son claros, pero no sabemos si ya preveían que habría menos aceite del que se calculaba —y está contemplado— o se producirá una regulación a la baja”, afirma el vicepresidente de Cooperativas Agroalimentarias de Andalucía y máximo responsable de la división aceitera, Cristóbal Gallego. Las sensaciones —se pueden cumplir o no— transmiten la idea de que existe menos aceite del esperado. Por eso, el precio no se baja “del burro” de los 3 euros, pese a que hizo el amago durante algunas jornadas. A los agricultores les viene bien porque están en un inicio de campaña muy bueno, pero la duda siempre pasa por cómo le afectará a los consumidores, ya que los precios altos siempre merman las compras.
INCERTIDUMBRE. El mercado no se mueve demasiado. Los operadores solo cierran contratos para sacar hacia adelante los proyectos más inmediatos, pero rehúsan de hacer una planificación a largo plazo. Son tantas las dudas sobre el volumen de la próxima cosecha que temen cerrar contratos por encima de la cotización que luego tendrá el producto. A los productores les pasa lo mismo. Ven que el precio resulta bueno, por lo que sacan producto. En cambio, no creen que se produzca una bajada significativa del precio, por lo que descartan sellar contratos a largo plazo. Ni unos tienen demasiadas ganas de vender, ni otros de comprar. Por eso, todos esperarán a que, en unos días, se publiquen las primeras cifras oficiales de campaña, que darán una idea aproximada de cuál será la producción de este año.
La Consejería de Agricultura estimó 485.00 toneladas para Jaén; 1.030.000 en Andalucía y alrededor de 1.200.000 para España. En cambio, el Consejo Oleícola Internacional (COI), con las cifras que le ofrece el Ministerio de Agricultura, cree que habrá unas 100.000 más en el país. Más allá de la discrepancia, que queda en anécdota, el sector lo interpreta como incertidumbre sobre la cifra final de aceite de oliva.
La situación meteorológica tampoco ayuda demasiado a los que apuestan por una bajada —motivada por una mayor producción para el año que viene—. Ha llovido, pero poco, por lo que las dudas sobre la próxima cosecha —que se recogerá dentro de un año— aumentan dentro de un ejercicio en el que se parte con las bodegas casi vacías de un producto que gusta en el mercado internacional.