El olivar argentino ha sido una de las grandes sorpresas de la última campaña. Por varios motivos: por su gran producción que ha alcanzado las 48.000 toneladas de aceite de oliva -superior a la de regiones españolas como Cataluña, Aragón o Comunidad Valenciana- y por su gran volumen de exportación, que se ha centrado en Estados Unidos, Brasil y España, lo que le convierte en uno de los grandes exportadores mundiales de aceite de oliva. Incluso España, el mayor productor mundial, le ha comprado el 35% en volumen de sus exportaciones.
Estados Unidos es su principal mercado, con el 40% de las ventas. Su producción en una época del año en la que los países del Hemisferio Norte están necesitados de AOVEs frutados y aromáticos, ha sido clave en el crecimiento del sector y sobre todo del envasado.
En los últimos años, Argentina se ha consolidad como el principal productor de aceite de oliva de América Latina, por delante de Chile, gracias a sus 70.000 hectáreas de olivar. Cuatro grandes zonas concentran la gran mayoría del olivar y de la producción: Catamarca, La Rioja, San Juan y Mendoza, habiendo también producción en Córdoba y Buenos Aires, aunque en menor escala.
Es muy común en Argentina que en la misma explotación olivarera una parte de la aceituna se destine a producción de aceite de oliva y otra a aceituna de mesa, un sector también clave para las exportaciones argentinas. Por lo general, las explotaciones de olivar en Argentina, al igual que ocurre en su viñedo, son de gran tamaño.
En el mercado argentino, desde el año 2012 el aceite de oliva está declarado como alimento nacional para fomentar su consumo además de la actividad agroeconómica en su sector clave para el medio rural del país. Aun así, la gran mayoría de la producción de aceite de oliva argentina se destina a la exportación y una cuota menor al mercado doméstico, ya que se trata de un producto que no está al alcance de la renta media de la mayor parte de los argentinos.